La Liga española nos está acostumbrando a que los títulos se decidan varias jornadas antes de que termine el campeonato. O, como fue el caso de 2010, aunque Barça y Madrid estaban a 1 punto en la última jornada, el Barcelona, que iba líder, recibió en casa al Valladolid de Clemente a punto de descender. El Madrid, por su parte, viajaba a Málaga a enfrentarse a un equipo desesperado por mantenerse en primera, cosa que al final consiguió. Podría haberse dado la sorpresa, pero no fue el caso. Y, sin embargo, no hace tanto de la última Liga que fue sentenciada en los últimos minutos (2006/2007), aunque tuvo mucha más emoción la penúltima jornada que la última en sí. Aquélla fue la tarde del tamudazo con el Espanyol. Curiosamente, cinco años después, se ha producido otro tamudazo, esta vez con el Rayo Vallecano; aunque en esta ocasión no había un título de Liga en juego sino la permanencia.
Y es que lo que ha producido el dominio absoluto de Madrid y Barcelona en las últimas ligas es una lucha feroz por otro de los títulos, para muchos más importante: la permanencia. Como si las cifras estratosféricas que se manejan por arriba de la tabla comprimieran al resto. Todos recordamos cómo el año pasado hasta seis equipos fueron al baile de la última plaza a segunda división (Almería y Hércules ya estaban descendidos). Algunos, como el Real Zaragoza, han vuelto a repetir el milagro. Y en el otro extremo de las emociones que provoca el fútbol, el Villarreal, que al igual que el Depor la temporada pasada, ha sido la gran sorpresa condenándose al descenso. Y todo ocurrió en los últimos cinco minutos.
Durante casi una hora, el Zaragoza ocupó ese maldito 18º puesto. El resto de equipos parecían satisfechos. Poco antes del minuto 60, Apoño transformaba un penalti y el Rayo caía al abismo, sujetándose con una sola mano. Durante los siguientes 30 minutos, Vallecas sentía como toda una temporada, bastante positiva hasta las últimas jornadas, se desmoronaba. En El Madrigal empezaban a sentirse nerviosos porque en cualquier momento podían tornarse las cosas en su contra, como así ocurrió. Falcao, el héroe rojiblanco de esta temporada, no será tan bien recordado en Villarreal. Cuando el reloj se acercaba al minuto 90, cuando ya habían empezado esos minutos locos del final, el tigre dejó al Villarreal temblando. Todavía estaban en primera, pero sujetos de la mano con el Rayo, que seguía intentándolo todo. Los ingleses, que para esto de los conceptos son únicos, y más cuando se trata de un deporte por ellos inventado, hablan de la magia del last-minute goal. Es lo que consiguió Tamudo en el minuto 90, por cierto con un gol un tanto polémico por el posible fuera de juego. Nada importaba eso, había subido al marcador y el Villarreal pasaba a ocupar el vagón que nadie quiere. La esperanza no se llegó a perder y aún hubo alguna ocasión para soñar, pero el paso de los segundos mantenía el mismo marcador. Cuando existía alguna fe en un empate del Getafe, Postiga hizo el 0-2 en el 91 sentenciando al submarino.
Es lo que tiene el last-minute goal, te eleva y te hunde de la misma forma según el lado de la portería. Mañana recordaremos dos temporadas muy distintas, en tiempo y distancia, que fueron decididas por estos momentos mágicos que tienen los últimos minutos.